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¿Hay personas en vuestra vida por las que sentís cariño y nunca se lo habéis expresado? Seguro.

Os voy a contar una historia personal sobre el poder de un abrazo. Y para ello os hablaré de alguien muy especial para mí (aunque ella lo desconocía). La llamaré Violeta.

No sé por qué, pero nunca me había atrevido a mostrarle mi cariño (algo raro en mí); me daba vergüenza, temor al rechazo tal vez… Violeta es una persona poco accesible. Es amable, buena, educada, inteligente… pero siempre se rodea de un halo de inaccesibilidad y en sus gestos es difícil leer sus emociones. ¿Os suena esta descripción?

Hace pocos días nos encontramos y esta vez me atreví a abrazarla. Quizá porque hacía mucho que no la veía me puse loca de contenta. En ese momento noté como ella me dedicaba una sonrisa… Sé que se le escapó, que fue espontánea. Que la sorprendí con «la guardia baja» que se dice…

«Me confesó que nunca me podría contar lo que le ocurría, que no le saldría…»

Vaya… vaya… vaya… ¿Qué ha sido eso? Violeta no solo se dejaba abrazar sino que también me había abrazado a mí.

Empezamos a hablar (creo que más que nunca en los casi 20 años que hace que nos conocemos). Todo fluía, y aunque había una mesa entre ambas, apenas se podía notar la barrera que ella siempre colocaba para que no tocásemos su corazón. Fue entonces cuando perdí esa vergüenza de la que hablé antes… y le expresé mi cariño. Lo especial que era para mí y el gran afecto que le tenía. Mi admiración y mi suerte de haber compartido con ella unas vivencias irrepetibles. Su cara de sorpresa y felicidad era pura ternura.

No sé cómo fue que acabamos hablando sobre el arte de curar heridas emocionales. De lo importante de verbalizar lo que nos ocurre y, en su caso, de lo difícil que le resultaba hacerlo. Me ofrecí a ayudarla. Le expliqué cómo a través de la programación neurolinguística se podía trabajar por medio de símbolos, sin necesidad de detallarme su dolor. Una forma íntima para personas como ella.
¿Dé qué color es tu herida?
Roja
¿Es rugosa, lisa…?
Es lisa
Me confesó que nunca me podría contar lo que le ocurría, que no le saldría… Aunque no era por desconfianza. Sé que estaba cómoda y se iba abriendo, curiosa, a lo que yo le explicaba sobre el proceso.

A los cuatro días volvimos a vernos. Con un abrazo y un café. Ahora más cerca la una de la otra; y me hizo un regalo… un regalo de palabras. Me dijo que desde que había hablado conmigo se había sentido mejor, se había sentido querida… Y que incluso ahora se veía capaz de contarme cualquier cosa.
¿Sabéis como me sentí yo? … :_)

«A los cuatro días volvimos a vernos. Con un abrazo y un café»

El poder de un abrazo sentido, la calidez del cariño expresado, pueden de algún modo cambiar a una persona de…
sentirse mal, a sentirse bien
tener el corazón hermético a sentirlo bombear
– encapsular sus sentimientos a ser capaz de dejarlos salir

Os animo desde aquí a que hagáis lo mismo que yo y experimentéis algo que nunca se podrá comprar… El amor

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